El juego del calamar

Jordi Cardero
7 min readOct 6, 2021

Llueve. Y cuchillo en mano y arrastrando los pies por la arena, Eric Garcia y Ronald Araújo se analizan desde la distancia. Es un combate a vida o muerte. Porque Gerard Piqué, como líder y jerarca, observa desde varios peldaños por encima. Durante las anteriores pruebas cayeron otrora dominantes del verde: Clement Lenglet y Samuel Umtiti. El juego del calamar es extremadamente físico, pero también requiere de unas condiciones cognitivas. Hay que saber encontrar el punto medio para atacar sin quedar desnudo. Dañar al rival sin exponerte. Tanto en la arena como sobre el césped, el juego del calamar entre Eric y Ronald terminaría en tablas, porque los puntos fuertes de uno son los débiles del otro. Y viceversa.

Eric y Araújo son futbolistas que se han construido al revés, de forma antagónica. El primero nació siendo pelotero en un universo de peloteros, es la representación de todo lo que busca el fútbol moderno: porteros con alma de pivote, centrales con pie de centrocampista, laterales que sean sistema o que jueguen de extremos… A Eric lo vistieron del revés, es como si por accidente, un interior hubiese terminado como defensor. No tiene pedigree. Pero en el coloreado mundo de la cantera del Barça, donde todo parte de la premisa de atacar y someter, igual que en la galaxia del Manchester City d.P. (después de Pep), Eric es un creador más. Sin embargo, sufre si se le saca de la zona de confort. Si el catalán es contracultura en un fútbol canónico, Araújo es un pura raza como central. Al contrario que su compañero, nació siendo defensa -y, además, uruguayo- y a partir de ese pilar empezó a añadir a su fútbol las particularidades y necesidades que demanda un central del Barça, que no están al abasto de todos.

Los primeros ocho minutos del Benfica-Barcelona explican sus diferencias a la hora de vestirse por abajo. Koeman lo expuso hasta cambiarle de perfil, donde podía cuidar mejor de Rafa. En la acción del gol, simplemente no llega ante la exuberancia de Darwin, más fruto de sus condiciones que de su técnica. Ronald no le protegió vigilando su emparejamiento, pero tampoco lo hace desde un marco global, con un fútbol que esconda al Eric de cristal.

A día de hoy, Eric Garcia sería mejor central del Manchester City que del Barcelona. Fundamentalmente, porque los de Guardiola saben perder del balón: con laterales jugando por dentro para controlar segundas jugadas y una presión en grupo, los centrales solo aparecen para defender en situaciones de emergencia y son constructores con el esférico. En esta transición, fruto de la incapacidad de tener posesiones largas en Bilbao, una prolongación es suficiente para atacar y ganar la espalda de Eric. Los hermanos Williams fueron pesadilla.

A campo abierto, sin una cadera y una zancada de primer nivel, es el eslabón débil. Atacar su parcela, con un Barça vulnerable tras pérdida, es asegurarse una vía hacia Ter Stegen. En un fútbol contemporáneo en el que no presionar alto es alejarse de la élite, Eric necesita superar varias pruebas para crecer individualmente y hacer sentir más seguro al conjunto. El camino lo marcó ante la Real Sociedad, recuperando en campo contrario el que sería el balón del segundo gol. Era el mundo feliz de Aldous Huxley -y duró 45 minutos-, pero la depresión posMessi convirtió el Camp Nou en algo similar al apocalipsis.

El balón es el mundo que Eric quiere habitar. Es cuando se siente líder. “Es un chico increíble, capaz de liderar a toda la defensa. Es muy listo, juega con una gran concentración y muy bien”, dijo Guardiola sobre él hace varios meses. Es, por encima de Ronald y Gerard, el central con más pases por partido, en corto, de media distancia y en largo y el que más efectividad tiene sobre estos últimos. Además, es el que toca más veces el balón en el tercio central del campo y en zona de ataque. Respecto al uruguayo, Eric juega con más riesgo. El catalán gana con sus pases 30 metros más hacia adelante que Ronald.

Defendiendo, sin embargo, está varias pantallas por debajo de Piqué y Araújo: en el cuerpo a cuerpo es mucho más vulnerable. Es el menos efectivo a la hora de presionar. Solo el 29% de las acciones en las que presionó forzó una pérdida en los siguientes cinco segundos (por 34% de Piqué y 35% de Araújo). El debate está en analizar qué se prioriza: si salida de balón o contundencia defensiva. Por lo menos a corto plazo, porque físicamente Eric no crecerá y contemplar que tenga ambos recursos parece una utopía.

Pese a haber disputado menos minutos que varios de los centrales más jerárquicos de Europa, Eric se sitúa entre la élite más absoluta cuando se juega con el balón en los pies. De jugar más, los parámetros se ajustarían. Es decir, cuantos más minutos, más posibilidades de fallar y de bajar algunas posiciones. Pero esta muestra ya le da cierta perspectiva, es descriptiva.

Los percentiles indican el ránking de la marca de entre los centrales de las cinco grandes ligas / fbref.com

Esto dijo Eric sobre Luis Enrique en La Vanguardia: “Me pide que sea yo mismo cuando tengo que sacar el balón y que lo saque tranquilo, o también que organice la defensa”. Las convocatorias de Luis Enrique no deben entenderse como las de un seleccionador natural, más bien como las de un seleccionador con pasaporte de entrenador, que son dos registros diferentes. Aunque el marco mental natural de una convocatoria deba ser el de llevar a los jugadores más en forma -la meritocracia-, Luis Enrique dibuja la hoja de ruta no solo de cara al próximo gran torneo, también para cocer nuevas generaciones (Diego Llorente antaño). Y en la adecuación a una idea. La convocatoria de Gavi se explica así, porque Luis Enrique quiere vivir al futbolista en los pocos día a día que permiten los parones. Antes de Gavi fue Eric, que va convocado no por el rendimiento actual, que es bajo, sino por el proceso de crecimiento del mismo Eric dentro de la selección, no en paralelo a ella.

Eric no pudo sacar la cabeza entre Rubén Dias, John Stones y Aymeric Laporte, que se encuentran en un punto de la carrera muy distinto. Además, al negarse a renovar, Guardiola le relegó a un tercer plano. Pero en un Barça en estado de alarma, Ronald Koeman le ha catapultado a escena. Y con Luis Enrique llamando a su puerta en cada convocatoria, el central ya no puede volver dos casillas hacia atrás para crecer paulatinamente. Ni futbolística ni mentalmente. Eric va a tener que encontrar el equilibrio entre su fútbol y el del Barcelona, porque Koeman no le confeccionará un mundo a su talla. Y menos cuando el holandés se parapeta en “puede ser que ahora comprendáis por qué a veces hemos jugado con tres centrales”, como si Bayern y Benfica fueran excusa y el discurso de no poder competir en Europa el pretexto para lanzarla.

En el juego del calamar, Eric es un participante calculador y cerebral. Le falta todo por lo que apostaría -y en esencia es- Araújo. Ha vivido la crudeza al salir del universo ideal en el que estaba encorsetado y en el que el Barcelona tendría que vivir. Sin que Koeman pueda ofrecerle respuestas, va a ser Eric quien, cuchillo en mano, tenga que buscárselas.

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