En cada cumpleaños de Messi

Jordi Cardero
4 min readJun 24, 2021

En cada cumpleaños de Messi maldigo el paso del tiempo. Que cumpla en junio, con el fútbol normalmente parado, es un recordatorio en forma de martirio que te indica que, tic tac, también pasan los años para él, aunque sus botas traten de desmentirlo. Este texto nace de una mañana de resaca y zapping que desembocó en un documental de todos los goles de Leo.

En cada cumpleaños de Messi sería obligatorio tumbarse en el sofá y enfilar una tarde de video con todos sus goles. Porque están apilados en tu memoria, como cajas llenas de vida en una mudanza, donde solo algunos sobresalen del cartón. Volver a ver los goles de Messi es retar el pasado. Tendrás que reconocer que decenas de ellos, algunos increíbles, se han abrazado al olvido. Decir que ha marcado 500, 600, 700 goles sale fácil, se dice rápido. Incluso se escapa un tono irónico al pronunciarlo. Siempre se dice que la memoria tiende a endulzar nuestros recuerdos, que nos quedamos con lo positivo y apartamos lo malo de forma inconsciente. Cuando decida marcharse, la pondrá a prueba. De entre montones y montones de jugadas, ¿cuáles recordaremos?

En cada gol de Messi se desprende un pedazo de historia, cada gol escribe una crónica. Aparecen defensas fulminados por un golpe de cadera, algunos que chocan entre ellos o se estampan contra el palo, desafiando el ridículo. Que sea Messi el autor del crimen es la mejor de las excusas. Hay porteros que terminan sentados y ven el balón volar por encima de sus cabezas, en balones picados, en vaselinas desde la frontal. Hay tiros desde fuera del área que se despiden de la bota de forma brusca, dirección de la escuadra. Y muchos otros que, con una caricia del interior del pie, terminan en una suave brisa al palo. La tiranía de un talento burlesco per se y para el portero. Un gol cualquiera olvidado de Messi sería el mejor de la carrera para la mayoría de mortales. Te lo recuerdan las caras emocionadas en el Camp Nou en sus celebraciones o los gestos de rabia e impotencia en casas ajenas, que endulzan todavía más los goles. Lo dijo Gabriel García Márquez, “el odio y el amor son pasiones recíprocas”.

En cada cumpleaños de Messi habría que ponerle a una persona que desconozca su existencia un video de sus mejores goles con la pierna derecha para después decirle que no, que no es, era, diestro. Una vez se lo leí a alguien y, la verdad, no habría mejor cliffhanger. Incluso podríamos hacer un recopilatorio con sus mejores no-goles, aquellos que terminan en el palo, o en los que el campo se inclina para que el balón se vaya fuera por centímetros. Y es que hay no-goles de Messi más bellos que los materializados, embellece hasta el error. Quizá hemos naturalizado a Messi, puede que lo hayamos rutinizado. Pero un partido de Messi es regresar a la pureza del amor a primera vista.

En cada cumpleaños de Messi me alegro de llevar varios años hipotecando noches de sueño para ver a Leo jugar con Argentina. Me quedo en el sofá, a oscuras, y Messi aparece en el televisor para reconfortarme. Como recordándome que son sus últimos coletazos, sus últimos toques, y que vale la pena tener que pasar por partidos americanos donde el balón no rueda más de veinte segundos seguidos.

En cada cumpleaños de Messi me doy cuenta de que es imposible explicarlo. Leo es un creador de vocabulario, de formas, de expresiones, de adjetivos. A cada cual más original, más hiperbólico. Pero nunca exagerado. Vincular a Leo con el gol es una obligación, quedarse con el del Getafe, el del Athletic Club o la fisura de la cadera de Boateng es insultante, la punta del iceberg. Repasar y recordar goles es un ejercicio democrático, de justicia. No habrá peor trabajo, aunque tremendamente reconfortante, que el de hacer un video con los highlights de Messi al final de su carrera. Ponerle la etiqueta de goleador es vulgar.

En cada cumpleaños de Messi me queda agarrarme a que aún le quedan algunos años de balón. A rechazar cualquier plan por noventa minutos de goles, de caños, de regates. De Messi. A más mañanas de sueño por verle con la albiceleste. En este cumpleaños de Messi, cuando hace doce meses fintó el adiós, me he dado cuenta de que nunca nadie que no conozca me hará, y me ha hecho, tan feliz, observando cómo convierte inviables en posibles. Messi tendría que ser un universo donde no entrase el odio, solo la admiración. Llevar al cuello y lanzar al vient ola bufanda de Leo debería ser una obligación.

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