Frikis y panenkitas

Jordi Cardero
2 min readMar 17, 2021

Ser friki es impagable. Ser friki es trazar el desmarque de Haaland, esconderse del fuera de juego, y encontrar un lugar en el que alienarte de todo. Coleccionando cromos, viendo Dragon Ball una y otra vez, leyendo el New Journalism de los 60 o vibrando con la Atalanta de Gasperini; y queriendo compartirlo. Ser friki es tener inquietud y curiosidad, no serlo es estar muerto por dentro.

Que panenkitas se use como término peyorativo señala el menosprecio a aquellos que les mueve descubrir y encontrar significados a unos porqués que se van encadenando. Internet es una oportunidad, una voz para aquel que la pida. Ha sido la cuna de nuevas formas de hacer periodismo. Hay quienes explican el nivel de Pedri con mapas de calor, otros que deciden viajar a sus orígenes para comprender su fútbol y algunos que lo explican con literatura.

Todos caben si el objetivo es la pedagogía y la transmisión de una idea, de compartir un conocimiento. Al mismo lado del muro de los que critican a los panenkitas están aquellos que se amparan en la superioridad moral del creer saber. El periodismo no es disfrazarse de entrenador, dibujar líneas e inventarse vocabulario. Hace unos días hablé con Albert Puig, quien fue durante varios años director de La Masia, y me dijo que “se tiene tendencia a hablar del fútbol con palabras raras y poner nombre a las cosas, necesitas ir a la NASA para entenderlo. Y es más sencillo”. En el periodismo hay espacio para todos, el análisis didáctico es parte de ello.

El periodismo vive una crisis horrible, porque es incapaz de generar ingresos mediante internet. Y, ante la necesidad de conseguir anunciantes y visitas, se prostituye al clickbait y la espectacularización. El honesto aún yace en parte del periodismo tradicional, pero también nace de nace delos panenkitas y sus historias, que cuentan qué sucede a miles de kilómetros: lo que mola Carrascal, lo que será Brian Brobbey o la ilusión por Smith Rowe.

Sin necesitamos conocer la Guerra de Siria para comprender el mundo, ¿por qué no vamos a tener que entender una cultura de juego que explique un país o cómo juega el rival del Villarreal en la previa de Europa League?

Sin panenkitas nos queda el bufandeo, un universo banal dirigido por los de siempre y de la misma forma de siempre. Cuando los cimientos del periodismo se tambalean, significa que los nuevos movimientos incomodan. El fútbol necesita frikis y panenkitas, como necesita equipos tan divertidos como la Atalanta de Gasperini.

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