Vivir matando

Jordi Cardero
2 min readApr 7, 2021

“No tenía mala memoria, tenía tendencia a olvidar tragedias”

Manuel Jabois

El Madrid regresó a Europa, su país platónico donde no importan los contextos, los grises o los negros, porque todo lo tiñe de blanco. No será un partido que entre en la historia del Madrid, pero sí uno más que explique su Historia en Champions League. Convirtió lo que para el Liverpool era una oportunidad en miedo escénico.

El Liverpool siempre fue un equipo más de autor que de autores. Un equipo que fue creciendo cuando entendió el significada de la palabra y que ha ido muriendo cuando se ha olvidado de ella. La lesión de Van Dijk y el ímpetu de Klopp por ver, entender y vivir el fútbol de forma canónica le obligó, por fidelidad a sus ideales, a seguir sintiéndolo igual.

El Liverpool, que parecía haberse acostumbrado al prematuro adiós del holandés, sigue siendo un equipo asimtomático, un desalmado pueblo costero en invierno. Hace parecer a Alisson un portero fácil de tragar por el Madrid, a Mané un delantero sin garra, a Robertson le hace golpearse contra el muro de la timidez. Alexander-Arnold, que durante dos años sobrevoló todas las bandas de Europa e hizo de cada toque al balón un musical, vivió su entierro en el Alfredo Di Stéfano, muriendo a cada fogonazo de Vinícius. Pero ya nada vale, porque la memoria efímera del fútbol le ha relegado.

Vinícius, su verdugo, tan memetizado en los malos momentos como convertido en ser superior en los buenos, se olvidó la efervescencia al pisar el área. Y su noche más única le valió por machacar los juicios de valor que esta vez cayeron en Wijnaldum: es una ilusión de Koeman. La necesidad de encontrar verdades absolutas cada noventa minutos convierte el fútbol en algo cíclico. Toni Kroos murió hace dos años y ahora tiene en su bota derecha la solución a cualquier problema. Alexander-Arnold ha sido desterrado y Vinícius elevado a deidad. El ansia de vivir matando hace que resucitar sea más fácil que morir.

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